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Mi educación emocional fue un mixtape de corazones rotos

Feb 13, 2025

«Nos preocupa que los niños jueguen con pistolas de juguete o que los adolescentes vean películas violentas. Tememos que esa cultura de la violencia los devore. Pero nadie se preocupa de que los niños escuchen miles—literalmente miles—de canciones sobre corazones rotos, rechazos y abandono.»
—Nick Hornby

Nos educaron emocionalmente con una playlist de corazones rotos. Antes de saber lo que era el amor, ya habíamos memorizado las letras de lo que se suponía que tenía que doler (saludos a mi mamá y sus discos de Rocío Durcal). Aprendimos que el amor se mendiga, que se espera, que se sufre con dignidad.

Nos enseñaron que quien quiere más, pierde.

Les preocupaba la violencia en las calles, pero nadie nos habló de lo que se aprendía en casa, en las películas, en esas historias de amor que nos vendieron como aspiracionales.

Y así crecimos, esperando que la vida funcionara con la misma lógica. Que si amábamos suficiente, alguien se quedaría. Que si sufríamos lo necesario, algo cambiaría.

Hasta que dejamos de creérnoslo.

¿Cómo se aprende a amar de otra forma cuando creciste con un mixtape de corazones rotos?

Desaprendiendo. Dejando de romantizar ser la elegida, la que espera, el sacrificio, la insistencia. Entendiendo que el amor no se gana sufriendo más.

Después, cuestionando lo que seguimos aprendiendo. Ahora parece que nos sacaron de la narrativa del amor sufrido solo para meternos en la del amor como poder y transacción. Ya no nos dicen que lloremos, ahora nos dicen que facturemos.

Pero, ¿qué pasa cuando el amor no es ni sacrificio ni negocio, sino algo que se construye en el encuentro con el otro? Nadie llega a una relación completamente resuelto. Y a veces siento que el trabajo personal y emocional que hemos hecho como mujeres (porque ajá, opresiones y tenemos que movernos) nos vuelve poco tolerantes con quienes aún van años atrás en esto. Mientras algunas llevan tiempo en terapia, análisis y deconstrucción, otras apenas están saliendo del «no era tan grave» y «pues así me educaron».

Y sí, yo sé que hay límites importantes. No estamos aquí para criar adultos. Pero también hay que preguntarnos si buscamos una pareja o un robot perfecto que llegue sin una sola falla.

Aprendí (o estoy aprendiendo) a amar distinto cuando entendí que el amor es una decisión y no un destino. No fue algo que “se dio” ni algo que pasó porque nos encontramos en el momento perfecto. Fue todo un proceso para aprender a hablar, preguntar, escuchar (y encontrar a alguien que estuviera dispuesto a aprender también esas habilidades). Fue entender que el amor no es lo que sientes cuando todo es fácil, sino lo que eliges cuando empiezan las conversaciones difíciles.

Y las hubo (teníamos hasta un sillón especial para eso). Me costó mostrar mi vulnerabilidad, porque por mucho tiempo la vi como un riesgo, no como un espacio seguro. Pero entendí que el amor no es una prueba de resistencia, y que si no puedo ser vulnerable en pareja, entonces no es una pareja.

Construir algo distinto no significa no equivocarse. Significa saber que habrá errores, pero que no los vamos a convertir en abandono. Que antes de aplicar la ley del hielo porque no adivinó lo que quería, puedo decir lo que necesito.

Aprendí a amar de otra forma cuando dejé de esperar que el amor fuera un guión y entendí que es una conversación en construcción.

Si nuestra educación emocional fue un mixtape de corazones rotos, ahora nos toca decidir qué canciones seguimos cantando y cuáles vamos a borrar para siempre.

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