impostora

Gracias a las Diosas nunca seré(mos) Carrie Bradshaw: Una reflexión sobre las amistades reales en tiempos de capitalismo emocional

Ene 10, 2025

El capitalismo no solo nos vende cosas materiales; también nos vende ideas emocionales. Nos hace creer que el éxito depende de cómo nos vean los demás y que nuestras relaciones personales, incluidas las amistades, deben cumplir con ciertos estándares aspiracionales. Una de sus trampas más grandes es hacernos creer que necesitamos una “mejor amiga” o un grupo de “mejores amigas” perfectas, una especie de salvavidas emocional siempre disponibles, siempre comprensivas y siempre sin límites.

Nos han vendido la idea de que el amor verdadero debe parecer una comedia romántica y que nuestras amistades deben ser como un episodio perfectamente editado de Sex and the City. Según esta narrativa, nuestro grupo de amigas debería ser un equipo perfectamente equilibrado, con roles definidos: la divertida, la seria, la romántica, la workaholic. Cada una con outfits impecables, sentadas en un brunch carísimo, discutiendo nuestras aventuras amorosas entre risas perfectamente sincronizadas y en dónde tú eres la protagonista.

Pero la realidad es otra. Las amistades reales no son así de uniformes ni tan glamorosas, y tampoco tienen que serlo. Esta idealización no solo es irreal, sino que también carga a nuestras relaciones con una presión que a menudo las hace insostenibles. Nos exige encontrar a esa amiga que lo entienda todo, que esté siempre disponible y que mágicamente nunca necesite nada a cambio.

El capitalismo emocional nos enseña a relacionarnos desde un lugar de consumo: esperamos que las personas a nuestro alrededor cumplan nuestras necesidades emocionales, como si fueran un producto diseñado para satisfacernos. Esto es especialmente visible en la figura de la “mejor amiga incondicional”, esa que nunca pone límites, que escucha sin interrumpir y que siempre sabe qué decir. Pero esta expectativa es profundamente injusta, porque nuestras amigas no están para ser nuestras terapeutas ni nuestras salvadoras.

Además, se nos olvida que la mejor amiga no siempre existe, al menos no de forma permanente. A veces, la mejor amiga es una compañera de trabajo que te entiende durante un periodo específico de tu vida. Otras, es alguien que está lejos, pero siempre responde tus mensajes. Y en algunos momentos, simplemente no hay “mejor amiga”, sino amigas buenas, amigas por momentos o amigas por etapas. Y está bien.

Repensar las relaciones no solo implica abandonar estas expectativas imposibles, sino también reacomodar nuestras redes de afecto. Preguntarnos cómo queremos vincularnos, cómo queremos ser cuidadas y cómo podemos cuidar a las demás sin agotar nuestras propias reservas emocionales. Este reacomodo implica aprender a valorar las amistades en toda su diversidad, aceptar que hay amigas para ciertas cosas y no para todo, y que no todas las relaciones tienen que durar para siempre para ser significativas.

La narrativa de la amistad incondicional y eterna es una trampa. Ignora que las relaciones humanas son finitas y que las personas tienen límites. Una amistad real no exige disponibilidad constante ni obliga a nadie a sacrificarse emocionalmente. Más bien, se construye en un equilibrio donde ambas partes pueden decir “hoy no puedo” sin miedo a perder el vínculo.

Así que, gracias a las Diosas, nunca seremos Carrie Bradshaw. Porque nuestras amistades reales no necesitan encajar en un guion de televisión ni cumplir con estándares de perfección. Lo que necesitan es espacio para ser humanas, imperfectas, llenas de pausas, límites y renegociaciones.

Repensar nuestras amistades desde este lugar no solo nos libera de expectativas imposibles, sino que también nos permite crear redes afectivas más sólidas, auténticas y sostenibles. Y eso, aunque no suene tan glamuroso como un brunch en Manhattan, es infinitamente más valioso.

Otros textos

Constelaciones del sonido

Crecí con un hermano rockero de los ochenta. Detrás de su puerta sonaban The Cure y Metallica, y en los estantes se apilaban vinilos de Pink Floyd con portadas que parecían planetas. Antes de entender los acordes, entendí la atmósfera: esa sensación de que el sonido...

leer más

La resaca de Annie Hall

Tengo en loop la canción de Drexler con Conociendo Rusia y no sé si me gusta o me inquieta: “Te volviste a llevar mis llaves, amor, y aquí estoy de vuelta, encerrado en casa.” Y sí, es una frase linda, cotidiana, pero también problemática. La escucho y pienso que lo...

leer más

Momento suficientemente bueno

Ayer mi novio me lanzó una pregunta rara y luminosa: si tuviera una máquina del tiempo, ¿desde cuándo habría podido buscarme para estar conmigo? Me reí, pero me dejó pensando. No en la versión edulcorada de “estábamos destinados”, sino en algo más concreto y menos...

leer más